JOSE GERSON LOPEZ LIZARAZO

Ya desde niño por obra de las Hermanas que atendían la Escuela la Inmaculada en Terrón Colorado, había conocido de la devoción a la Madre, pero no la había practicado. Por virtud de la Madre Santísima, hace casi treinta años mi esposa Aracelly Murillo me invitó a participar del rezo de la Novena y del Santo Rosario en el Santuario de la Virgen. En varias ocasiones le acompañé y me impresionó la calidez y el recogimiento de las personas que participan de la devoción. Posterior a la muerte de mi esposa, la Madre se hizo todavía más presente en mi vida, y corrigiendo demasiados errores míos se ha enderezado mi vida y soy un devoto practicante del Santo Rosario que rezamos a diario con mi nueva familia hace ya 20 años.

En 2007 Estuve al borde de la muerte con un preinfarto y la práctica de una trombolisis en el Hospital Departamental; puse mi vida en manos de la Madre y por su intercesión y la misericordia Infinita de mi Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, me recuperé totalmente, al extremo que seis meses después el cardiólogo especializado del Hospital no encontró rasgo alguno de lo que me había ocurrido.

Hoy tengo 57 años y doy testimonio público del amor de Maria y de su bendita intercesión ante el Divino Maestro por todos y cada uno de nosotros. Amen.

LUZ MARINA BOLAÑO HURTADO

La Virgen para mi es mi Madre única y verdadera; la que me escucha, me consuela, me da ánimos y no me deja caer. La amo mucho… Es lo mejor de mi vida, junto con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, junto con  mis hijos y los Santos Ángeles. Amen.

MIGUEL ANGEL BETANCOURT

No siempre ha sido un río de once mil personas todos los martes haciendo oración a la Virgen de la Medalla Milagrosa, en el templo de las Hermanas vicentinas, que queda en la Avenida Roosevelt.

Cuando esta historia comenzó, hace 34 años, eran unos cuantos creyentes los que se reunían a las 7:00 p.m. a hacer la novena, convocados por Sor María Emilia Echeverri

Sofy Arboleda era uno de ellos. Hoy recuerda con nostalgia la pasión con la que la Hermana María Emilia, quien falleció este fin de semana, fue convirtiendo todo aquello en un gran movimiento Mariano.

“Un día le dio porque quería poner otra novena a las 11:00 a.m. y le dije que nadie iba a venir, que estaba loca. Hoy hay oración todo el día y son multitudes…ella era un verdadero ejemplo y poco a poco fue contagiando a los demás de ese fervor”; dice sin poder evitar en la voz el dolor de la despedida.

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