Sociedad San Vicente de Paúl
La Sociedad San Vicente de Paúl, construida para el beneficio de los más necesitados, fue fundada por Federico Ozanam en París (Francia) el 23 de abril de 1833. Ozanam tuvo la idea de crear una academia de estudios profanos, conformada por un grupo de estudiantes universitarios, adoptando desde un principio como patrono al Santo de la caridad, Vicente de Paúl. El hálito de caridad tenía como objetivo primordial rendir culto a Cristo en favor de los pobres, encaminando su misericordia en una ayuda que condujera al alivio del sufrimiento y promoviendo sin discriminaciones la dignidad del hombre. Ozanam nació en Milán (Italia) el 23 de abril de 1813 y murió en Marsella (Francia) el 8 de septiembre de 1853. Como profesor e historiador exploró las eventualidades de las civilizaciones y la evolución de las estructuras sociales y políticas.
Además de idear la Sociedad San Vicente de Paúl, como un proyecto de preparación y transformación de hombres para un nuevo tipo de humanidad. Ozanam, al igual que muchos otros, fue amado por el pueblo, asociaciones, corporaciones, universitarios, promotores de cultura, y aunque abandonó su liderazgo y la Sociedad se integró al régimen de la cristiandad pocos años antes de su muerte. El núcleo fundador parisino se relaciona con la historia del catolicismo social, la reforma y la renovación católica de la Iglesia después de la Revolución Francesa, la Revolución Industrial y los cambios socioculturales de la época. También y desde su fundación, la Sociedad se considera como un don del espíritu, ya que su acción se encarna y se manifiesta en las conductas colectivas de la vida de la Iglesia y en el mundo, y “con apariencia tradicional esta acción y compromiso social y caritativo del laicado rebasa los esquemas tradicionales y legales de la historia eclesiástica de la cristiandad” (Gómez 1982, 18).
De este modo, en pocos meses, la Sociedad se extendió por Francia y no tardó en difundirse por Europa, traspasando los límites del continente, para desarrollarse y unirse a las más apartadas regiones de la China e India; y desde Canadá hasta los pueblos de Sudamérica. Colombia no fue el último país en unirse a este impulso dadivoso, de hecho existía en Bogotá, capital de la República, una Asociación que se hizo notable por sus grandes obras y miembros, y que sirvió de base para la institucionalización de la sociedad.
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