La vida de Santa Catalina tuvo el sello de la oscuridad, pero a partir de su glorificación, ella cumple con la misión de mostrarnos la grandeza de lo pequeño y la elocuencia de un silencio heroico ofrendado a Dios. Silencio fue su origen campesino, silencio fue el secreto bien guardado de bellas y sobrenaturales experiencias vividas, silencio fue su vida de Hija de la Caridad, humilde, escondida, modesta, discreta. Pero también, gloria fueron los maravillosos y reiterados dones con que Dios la favoreció. Gloria fue su exaltación a la gloria de Bernini en Roma, cuando la Iglesia la declaró Santa.
Miremos a grandes rasgos lo que fue su vida: En la fértil región de Borgoña en Francia se encuentra el pueblecito de Fain-les-Moutiers, tierra natal de Santa Catalina. Allí Pedro Labouré tuvo su granja y constituyó un hogar de profundas convicciones cristianas, en donde todo hablaba de amor, de trabajo, de oración y de Dios. Este bienestar, se ve alterado en el año 1815 por la muerte de Magdalena su esposa.
Zoé como llamaban familiarmente a Catalina y Tonina su hermana menor, fueron enviadas a San Remy donde una tía, allí permanecieron hasta 1818 cuando regresaron cerca de su padre. En ese momento María Luisa, su hermana mayor, piensa que puede realizar ya su anhelo de ser Hija de la Caridad y entonces Catalina, a la edad de 12 años, asume con sentido de responsabilidad las funciones de ama de casa. Ese mismo año tuvo la dicha de hacer su Primera Comunión, y como todo en su vida ese acto estuvo rodeado de silencio, de sencillez e intimidad.
De 1818 a 1829 todo marchó muy bien .Muy cerca ya a sus 19 años Zoé tuvo un misterioso sueño, que le mostraría su camino. Un sacerdote anciano, al terminar de celebrar la Misa le hace señas para que se acerque a él, ella temerosa se aleja, pero el Sacerdote le dice: Hoy huyes de mí, pero llegará un día en que estarás feliz de venir conmigo”. Catalina tiene ya 22 años, apenas a los 18 años pudo aprender a leer y escribir piensa que ha llegado la hora de seguir el camino de su hermana, ingresando a la Compañía de las Hijas de la Caridad. Lo comunica a su padre y su respuesta en un NO rotundo .Zoé se concentra en su soledad ante esa negativa, pero no desiste de su idea.
Se va entonces interna donde su prima que tiene un pensionado en Chatillón y estando allí un día visita la casa de las Hijas de la Caridad y se sorprende al ver en el recibidor el retrato del anciano que vio en sueños , era San Vicente de Paul. Entonces ya no vacila así se oponga su padre. El misterio de cada vocación es grande, Pedro Labouré la envía a París a acompañar a su hermano viudo que tiene un restaurante, pensando que eso disiparía su deseo de hacerse Hija de la Caridad. Su prima intercede ante su padre que termina por ceder. En 1830 fue aceptada para iniciar su postulantado.
El 21 de abril de 1830 Catalina logra la meta de sus anhelos: traspasar los umbrales de la Rue du Bac para iniciar su seminario., con ella se completaban 112 Hermanas. Apenas iniciado su seminario fue la fiesta de la traslación de las reliquias de San Vicente, de la Catedral de París a la casa de los Lazaristas, el 25 de abril. Con esta fecha empiezan para Catalina diversas manifestaciones del cielo : La primera, el corazón de San Vicente que se le muestra primero blanco como símbolo de pureza, luego rojo como signo de caridad y finalmente granate como presagio de conflictos que vendrían para Francia. El 6 de junio fiesta de la Santísima Trinidad ve a Jesús como un Rey con la cruz sobre el pecho, de repente la cruz cae por el suelo, presagio de días sombríos . Sin embargo Catalina guarda en silencio todo esto meditándolo en su corazón.
La noche del 18 al 19 de julio tuvo la aparición de la Virgen, sentada en la silla, ella se arrodilla y pone sus manos sobre sus rodillas. El 27 de noviembre es la Virgen de los rayos y del globo. La Virgen le da la orden de hacer acuñar una medalla. Las últimas palabras de María fueron:” Tu ya no me verás más, pero te hablaré durante la oración.” Catalina entra en un profundo silencio, termina su etapa de formación y es enviada a Reuilly; allí inicia una vida de sierva de los pobres, una vida de trabajo y de oración. Pasa de la cocina a los ancianos, de la granja al palomar, de la acogida a los que llegan a su oficio de portera etc. Todo es sencillo y rutinario, pero ella lo convierte en amor; como una violeta guarda el secreto de su Reina.
En medio de este trabajo y de los privilegios que Dios le concede, vivió 46 años; pero no todo fue gloria tuvo mucho qué sufrir y callar ante el tajante rechazo de su Director y confesor el Padre Aladel que le repetía: “ La Hija de la Caridad está hecha para servir a los pobres y no para soñar”. La grandeza de la vida de Santa Catalina no está en sus apariciones y privilegios, sino en su vida de entrega humilde, sencilla y silenciosa , que le mereció la gloria de los altares y el calificativo de la “Santa del silencio”. Sin poder librarse del todo de las sospechas de sus compañeras respecto a los dones recibidos, Catalina se las arregló para pasar desapercibida y eludir preguntas indiscretas, segura de que la Santísima Virgen le ayudaría a guardar el secreto, hasta el día en que Ella misma le dará la autorización para revelarlo. Esto ocurrió en 1876 un poco antes de su muerte, lo confió a Sor Dufés, su Superiora, porque el Padre Aladel ya había muerto.
Al aproximarse el fin del año aseguraba que no llegaría al año siguiente. Murió el 31 de diciembre a las 6.30 de la tarde y minutos después ya todos sabían que había sido la vidente de la Virgen Milagrosa. Ahora preguntémonos: ¿Que quedó de esas apariciones de la Santísima Virgen?
En 1832 el Padre Aladel, ante la insistencia de Catalina y acogiendo el beneplácito de Monseñor de Quelén, mandó acuñar 1.500 medallas que, un vez repartidas empezaron a obrar prodigios y milagros ,entre ellos la conversión de un hereje, el Obispo de Malinas Monseñor Pradt que , próximo a morir se retractó de sus errores al recibir una medalla de manos de Monseñor de Quelén. En ese mismo año, Federico Ozanam colocó a la Sociedad de San Vicente bajo la protección de María Inmaculada. La familia de Ozanam conserva una medalla milagrosa que él llevaba al cuello desde 1835 hasta su muerte.
El Santo Cura de Ars, Juan María Vianney, tuvo una devoción especial a la Virgen de la Medalla. Mandó tallar en madera su imagen, la colocó en su Iglesia parroquial y en el tabernáculo hizo grabar los signos de la medalla., además consagró su parroquia a María Inmaculada. El Papa Gregorio XVI analizó a fondo el contenido de las apariciones y les dio su probación, tuvo en sus habitaciones privadas una imagen de la Virgen Milagrosa y recibió la primera medalla. En 1842, en la Iglesia de Santa Andrea del Fratte en Roma, se obró la admirable conversión del judío Alfonso Ratisbonne, que había recibido una medalla solo por complacer a un amigo, la Santísima Virgen se le mostró radiante, tal como estaba en la medalla.
En 1854 el Papa Pío IX declaró el Dogma de la Inmaculada Concepción de María y el 20 de junio de 1847 ya había dado su aprobación a la Asociación de Hijas de María, enriqueciéndola con muchos privilegios. A partir de esas primeras 1.500 medallas acuñadas en 1832, ya fueron y hoy son incontables las que se han repartido en el mundo entero.
El proceso de canonización de Catalina, prácticamente empezó el día de su muerte, porque desde ese momento empezaron a hablar de sus virtudes y a recoger cuidadosamente todos los documentos que podrían ayudar a comprender la obra del Espíritu Santo en esa humilde joven llamada a enriquecer la Iglesia con el aroma de sus virtudes. El perfil de su santidad no lo centraron en las apariciones, sino en su opción radical por Cristo y por los pobres y en una vida de Hija de la Cridad, humilde, silenciosa y llena de fe y de amor.
El Reino de los cielos no es patrimonio de los ricos y poderosos de este mundo, sino de los humildes y pequeños. Así lo reconoció el Papa Pío IX cuando ordenó que se procediera a la exhumación de los restos de Santa Catalina. La sorpresa fue grande al encontrarla incorrupta, con un cuerpo perfectamente flexible, con la profundidad de su mirada a través de esas pupilas azules que habían contemplado a la Madre de Dios.
El Mismo Sumo Pontífice procedió a su Beatificación que tuvo lugar el 25 de mayo de 1833. Y luego el Papa Pío XII, expresó su amor a María al poder canonizar a la Santa del Silencio, como él la llamó, el 27 de julio de 1947. En esa forma nos entregó el mensaje especial para estos tiempos, cuando necesitamos acercarnos a Dios, por medio de su Madre Inmaculada. Esas lecciones que nos da la Santísima Virgen las podemos resumir así:
La primera: AMOR A LA COMUNIDAD. Me complazco en derramar gracias sobre ella, pero estoy apenada, porque hay grandes abusos, no se observan las reglas, la regularidad deja qué desear. Que le respondemos a la Santísima Virgen? ¿Qué nos diría hoy?
El segundo. EL VALOR DEL SILENCIO. Para poder comprender lo que el Señor nos pide a través de la Madre; la importancia de saber escuchar y meditar la palabra de Dios. Silencio de oración, silencios llenos de Dios, silencios de caridad, silencios de prudencia etc.
La tercera: VENID AL PIE DE ESTE ALTAR. Ella no nos atrae a Ella, nos conduce a su Hijo presente en el sagrario., a donde debemos acudir para tener luz, para conocer su Voluntad, para fortalecernos en los momentos difíciles, para adorarlo allí en medio de nosotros. Esa invitación de la Madre, es el eco del Evangelio de San Lucas, cuando María alcanza de Jesús su primer milagro, en las Bodas de Caná, y dice a los servidores:” Hagan lo que El les diga.”
La cuarta: MARIA NOS HACE UN ENVÍO. La Madre desea ardientemente que seamos mensajeras activas y efectivas de su mensaje de amor, a través de la Medalla, que la hagamos conocer y amar, como puente para ir a Jesús. Que difundamos su medalla y que infundamos confianza en su maternal solicitud por todos, y especialmente por los pobres y pequeños.
La quinta: MARIA NOS CONFÍA A LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES. Ella muestra su particular interés y amor por la juventud. Quiere que se funde una Cofradía de Hijas de María a la que Ella favorecerá con muchas gracias. Llevar a los jóvenes a comprometerse y a consagrar su vida a Jesús por María, como modelo de su vida juvenil y de su futuro.
La sexta: QUE SE ACUÑE UNA MEDALLA. Cuántas lágrimas y sufrimientos tuvo Santa Catalina antes de ver realizado este deseo de la Madre. Una Medalla que es un compendio de la doctrina de la salvación, una medalla que habla por sí misma, una medalla que se convierte en un instrumento de evangelización… Hay qué propagarla.
Las apariciones de la Santísima Virgen son un privilegio, no solo para Santa Catalina, sino también para toda la Compañía. Pero fuera de ser un privilegio, son una responsabilidad, son una exigencia de santidad personal, de la cual Dios nos tomará cuenta. Que Santa Catalina nos enseñe a amar a María como Ella la amó y a vivir con humildad y sencillez nuestra vocación. Esa humildad con la que ella dijo a Sor Dufés: “ Yo no he sido más que un instrumento ; no es por mí por quien se ha aparecido la Santísima Virgen; si me escogió a mí, que no sé nada, es para que no se pueda dudar de Ella.”. OHA MARIA SIN PECADO CONCEBIDA….”