Nació el 6 de abril de 1901 en Turín (Italia), era miembro de una familia de la burguesía, pero poco cristiana y anticlerical, sin embargo él encontró a Dios desde muy joven. Después de sus primeros estudios se matriculó en la Universidad pare estudiar Ingeniería de Minas, hizo muy bien su carrera, pero casi en vísperas de obtener su Diploma, murió en forma repentina el 4 de julio de 1925.
Era un joven alegre y amigo del deporte, le gustaba hacer carreras de montaña porque, como decía él, desde la altura se contemplaba la belleza y las maravillas de la naturaleza, además es ambiente propicio para la reflexión y la oración. Siendo estudiante se inscribió Pen la Acción Católica Italiana donde participó activamente4; pero luego, impresionado por el sufrimiento de los pobres y por los ejemplos de Cristo ingresó a la Sociedad de San Vicente de Paul, donde fue un verdadero apóstol. Supo acoger y colaborar con la gracia de Dios que lo iba conduciendo a una fe profunda y a una caridad ardiente.
La oración y la Eucaristía eran para él el alimento de su fe y la fuerza en su trabajo. . En uno de sus escritos dice: La fe y la caridad son la base de nuestra religión católica, con la caridad se siembra la paz en nuestro corazón y en el corazón de los demás, esa paz que solo viene de Dios y que es la que nos hace hermanos. No neguemos ese amor a Jesucristo que por nosotros vino este mundo y al terminar su misión en la tierra quiso quedarse con nosotros en el augusto Sacramento de la Eucaristía.
Vayamos y llevemos paz y amor a todos los que se sienten marginados por la sociedad, los prisioneros, los que viven en la miseria y en la ignorancia, los ancianos, el perseguido etc. En las reuniones de la Conferencia, todos los miembros, siendo aún mayores, lo escuchaban con respeto y admiración, porque sus palabas eran la expresión de su fe y su caridad.
Dios suscitó hombres de la talla de Federico Ozanam y de Pedro Georges, ambos miembros de las Conferencias de San Vicente de Paul como auténticos testigos del Evangelio, como laicos que comprendieron su papel en la Iglesia, la de sembrar en el mundo justicia y amor, trabajando por la extensión del Reino de Dios. Bendigamos a Dios y nunca olvidemos que uno de nuestros deberes es hacer conocer el carisma de San Vicente, de muchos laicos que contribuyan a hacer cada vez más efectivo el Evangelio y más dinámico el carisma.
SOR GUISEPPINE NICOLI
Nació el 18 de noviembre de 1863 en Casatisma (Italia) Su padre era Juez y su madre hija de un abogado; una familia de 10 hermanos de los cuales ella era la 5ª. Desde muy niña sentía un atractivo especial por la educación y por eso hizo sus estudios y adquirió el título de Maestra. A los 20 años ingresó a la Compañía de las Hijas de la Caridad y al salir del Seminario fue enviada a Cagliari, afirmando:” “Quiero ser toda de Dios para los pobres”; allí llegó el 1º. De enero de 1885 y la encargaron de dar clases en el Instituto. Se dedicó con ardor a la enseñanza , pero no se limitó solo a ella , ayudaba a todos y participaba en todas las actividades en bien de los pobres, a pesar de que su salud no era muy fuerte ; a los 30 años le empezó una tuberculosis pulmonar que soportó durante el resto de su vida.
En 1910 fue nombrada Hermana Sirviente en el Orfanato de Sassari, le dio un gran impulso a la obra y trabajo por la Asociación de hijas de María y de las Damas de la Caridad que existían en ese sitio pero que les faltaba organización y dinamismo, ellas les contagió de su celo y amor por los pobres. Los domingos hacía cursos de catequesis tanto a los niños como a los jóvenes Universitarios, para darles una buena formación cristiana y sembrarles valores morales.
Después de una buena labor en Sassari fue nombrada Ecónoma Provincial, dejó la obra haciendo un gran sacrificio y se marchó a Turín donde estaba la Casa Provincial. Allí estuvo año y medio, porque luego fue nombrada Directora del Seminario donde trabajó hasta el año 1914 cuando la enviaron a Cerdeña a la escuela infantil de La Marina que estaba en un barrio de un gran desarrollo económico y urbanístico ,pero que, a sus alrededores había numerosos pobres que vivían en viviendas miserables e insalubres ; los niños no tenían acceso a la escuela y eso favorecía la holgazanería y el pillaje, con esa pobreza material descubrió también su pobreza espiritual y entonces organizó un escuela en La Marina.
A la obra anterior añadió también una para las jóvenes empleadas de hogar, eran muchachas, en general muy jóvenes, que llegaban de los campos a buscar trabajo en la ciudad como empleadas domésticas .Muchas de ellas no sabín leer ni escribir, les organizó un trabajo de alfabetización unido a una auténtica formación cristiana; al mismo tiempo las jóvenes tenían tardes de recreación y expansión. La Caridad es inventiva hasta el infinito, decía San Vicente, y Sor Guiseppine tenía esa caridad, quería, como su Fundador hacer cada vez más.
Pero la obra por excelencia de Sor Guissepine y a la que está fuertemente unido su nombre es la de los “Muchachos de las Canastas”. En la ciudad que es un puerto, porque Cerdeña es una isla, había muchachos adolescentes, mal vestidos, descalzos, analfabetas y con hambre, que se apiñaban cerca del mercado o del puerto para llevar y traer mercados y equipajes y ganarse así unos miserables centavos que era lo que les pagaban. Esos muchachos con frecuencia tocaban a l puerta de la casa de las Hermanas pidiendo algo para saciar su hambre.
Sor Guiseppine había recomendado a sus compañeras que no les negaran eso que pedían, pero llegó un momento en el que pensó que eso no podía continuar así y que había que pensar en alguna solución práctica. Con sus compañeras reflexionó y tomó la determinación de reunirlos; se fue acercando a ellos y los fue ganando con mucha bondad y comprensión, los reunió y empezó a evangelizarlos, a hacerles aprender algún arte u oficio y a recobrar su dignidad, a que tuvieran también momentos de distracción; al grupo le dio el nombre de “LOS MUCHACHOS DE MARIA” del cual ellos se sentían orgullosos. La caridad era la norma de vida de Sor Guiseppine, la practicaba con profunda humildad sin hace alarde de lo que hacía, todo era con sus compañeras, convencida de la verdad de las palabras de San Vicente: “Servir a los pobres es servir a Jesucristo.”
En el último año de su vida el año 1924 Sor Guiseppine y sus compañeras de Comunidad en la escuela de la Marina fueron públicamente calumniadas por los Administradores, no se disculpó, por el contrario animó a sus compañeras a que aceptaran con humildad y en silencio la cruz a imitación de Cristo. Al cabo de un tiempo el Presidente de la Junta administrativa reconoció su error y pidió perdón. Ella nunca le guardó rencor, Inclusive se cuenta que en su lecho de muerte el administrador se aproximó a ella y como ya no podía hablar, lo miró con una bondadosa sonrisa.
Sor Nicoli murió el 31 de diciembre de 1924 a la edad de 60 años. Apenas murió toda la gente en Cagliari y sobre todo el personal de La Marina hablaba de su santidad y sus virtudes, se encomendaban ella. Uno de los milagros que se tuvo en cuenta para su Beatificación fue la curación repentina de un joven miliar afectado por unos tumores malignos en los huesos.
La Beatificación tuvo lugar en Cagliari (Italia) el 3 de febrero del año 2008 por el Cardenal Saraiva representante del Papa, acompañado por Monseñor Rodé un Cardenal Vicentino. El pueblo entero se reunió en los alrededores de la Basílica de la Santísima Virgen y cuando se descubrió el cuadro y apareció la imagen de Sor Guiseppine estallaron en plausos, había cerca de 15.000 personas. Estaban además los Superiores Generales y miles de Hijas de la Caridad, como también algunas resobrinas y una sobrina de Sor Guiseppine, la sobrina era casi centenaria. En su homilía el Cardenal dijo:” En esta Hermana nos impresiona la generosidad con que respondió a la llamada de Dios y la forma como lo siguió; su amor a Dios no la hizo vacilar ni retroceder ante el trabajo ni los sufrimientos porque vivía unida intensamente a Cristo por la oración y la Eucaristía, es así como viven todos los auténticos discípulos de Jesús.
El momento del Ofertorio fue particularmente emocionante , porque LOS MUCHACHOS DE MARIA subieron al altar para ofrecer un corderito vivo y algunos de sus canastos con víveres, los acompañaron 2 de las resobrinas de Sor Nicoli llevando una placa con la pila bautismal donde fue bautizada . Y sucedió algo que ellos consideraron como extraordinario: El tiempo durante toda la ceremonia de Beatificación fue un tiempo frío, oscuro y lluvioso que obligó a utilizar paraguas , pero cuando subieron los muchachos de María al altar y la gente los aplaudía, un rayo brillante de luz atravesó las nubes e iluminó todo el altar y la plaza entera. Las gentes decían es Sor Guiseppine que se une a nuestra alegría.
Demos gracias a Dios por esta Hija de la Caridad que El pone ante nuestros ojos y pidámosle la gracia de poder imitarla en su ardiente amor a Cristo y a los pobres, en su profunda humildad y total disponibilidad a la Voluntad de Dios.
SOR MARIA ANA Y SOR ODILA. MARTIRES DE ANGERS
SOR MARÍA ANA Y SOR ODILIA, MÁRTIRES EN ANGERS.
En la circular del clausura del Año Jubilar del 25 de enero de este año, el Padre General nos dice que: al comenzar el quinto siglo del Carisma Vicentino quiere proponernos dos iniciativas: La primera, renovar y profundizar nuestra relación con los Santos y Beatos de la Familia Vicentina , potenciando nuestra veneración hacia ellos ; y la segunda, conocerlos mejor y darlos a conocer utilizando diferentes medios y al mismo tiempo orando para que los Beatos, sean muy pronto canonizados, porque ellos son nuestros modelos e intercesores en la forma de vivir el carisma.
Hoy vamos a recordar a nuestras mártires de Angers Sor María Ana Vaillot y Sor Odila Baumgarten. Sor Mari Ana nació en Fontenebleau en 1734. De los años que pasó en su familia no se sabe nada, solo sabemos que a los 27 años de edad el 25 de septiembre de 1761 ingresó a la Compañía. Durante su vida fue destinada a 5 lugares diferentes y el último fue el de Angers., donde fue fusilada el 1º. De febrero de 1794 durante la revolución francesa.
Sor Odila nació el 19 de noviembre de 1750 A los 19 años dejó su hogar familiar e ingresó a la Compañía el 4 de agosto de 1775. Solo tuvo dos destinos, el primero en Brest y luego en Angers, donde fue encargada de la farmacia. Con ellas dos fueron fusiladas otras 15 personas.
Cuando el 14 de julio de 1792 el pueblo francés cansado de tantas injusticias se reveló contra el gobierno y se tomó la Bastilla, estalló la revolución francesa; la Madre Dubois que era la Superiores General envió a las Hermanas una circular y en ella les decía:” El tiempo es breve, malos días nos esperan, no perdamos el tiempo, los sufrimientos deben ser alimento para nuestro amor, estemos alertas y pidamos y pidamos las uñas por las otras.”Esas palabras tenían un acento profético; las Hermanas sabían que corrían tiempos malos, se informaron del asalto en la casa Madre y en San Lázaro y por eso no se forjaban ilusiones. El 8 de enero se envió al Obispo de Angers la fórmula del juramento que debían hacer todos los miembros de la Iglesia. El Obispo se negó a firmar y fue reemplazado por un sacerdote juramentado; luego se promulgó un decreto suprimiendo todos los Institutos y de vida consagrada y el 27 de noviembre fue la disolución de la Compañía.
Desde el mes de septiembre en Angers se había colocado en la puerta del Hospital una guardia de 15 soldados para impedir que las Hermanas salieran y para y obligarlas a aceptar el juramento. Los administradores del Hospital trataban de convencer a las Hermanas haciéndoles ver el interés de los pobres que había que salvaguardar, pero las Hermanas permanecieron firmes alrededor de su Hermana Sirviente Sor Taillard- El 5 de enero nuevo decreto en el que daban solo 10 días hábiles para prestar el juramento; empezó entonces una lucha terrible entre las Hermas y el delegado del gobierno que después de varios intentos logró que tres de las Hermanas accedieran a hacer el juramento, en esa forma sea introdujo una división en la Comunidad; eran en ese momento 32 Hermanas, de ellas solo 3 flaquearon., las demás permanecieron firmes.
El delegado del gobierno dio aviso a las autoridades afirmando que si las otras Hermanas se negaban a prestar el juramente era por la influencia nefasta de Sor Taillard, la Hermana Sirviente, de Sor Odila y Sor Mariana y que por tanto esas personas eran peligrosas. El Consejo revolucionario dio entonces la orden de arrestarlas en la casa del Calvario de esa ciudad, un antiguo convento convertido en cárcel. Dos días después se llevaron a la Superiora a otro lugar y determinaron fusilar a las dos Hermanas, pensando que en esa forma impresionarían a la Superiora y a las demás Hermanas para que dieran al juramento.
El 28 de enero Sor María Ana y Sor Odila fueron interrogadas, ante la pregunta ¿por qué no ha querido prestar el juramento? Sor María Ana respondió:” porque mi conciencia no me lo permite, he hecho el sacrificio de dejar a mis padres para servir a los pobres, he hecho el sacrificio de quitarme el hábito y de llevar esta escarapela.” Ante esta frase el juez se llenó de cólera y ordenó que se la quitaran diciendo ¿No sabe Usted que se castiga con la muerte a los refractarios a la ley? Hicieron entrar luego a Sor Odila y le hicieron las mismas preguntas, pero la respuesta fue contundente: “MI conciencia no me permite prestar ese juramento”.
El motivo de su condena era evidente, morían a causa de su fe, se negaban a prestar el juramento, a asistir a la misa oficiada por Sacerdotes juramentados y por haber preferían morir antes que hacer nada contrario a su conciencia. Después del interrogatorio se las condujo de nuevo a la prisión y allí pasaron otros 2 días de incertidumbre. Una joven empleada del hospital las visitó y dio este testimonio: “ El viernes Sor María Ana me dijo: “ Me parece que moriremos mañana y que yo, en la primera descarga , quedaré solamente herida ; sí, añadió Sor Odila, en cambio yo caeré muerta atravesada por las balas.”
El sábado 1º. De febrero amaneció un día nublado, las Hermanas recordaron que en ese mismo día en el año 1640, Santa Luisa había firmado el contrato entre la Compañía y los administradores del Hospital de Angers. A lo largo del trayecto hasta el lugar del martirio, las Hermanas presenciaron escenas desgarradoras: Un convoy de más de 200 personas mujeres en su mayoría, atadas a una cuerda caminaban penosamente, los que no podían caminar los amontonaban en unas carretas y algunos llegaron muertos.
Ante este macabro espectáculo Sor Odila se sintió desfallecer y temió que la faltara el valor, pero apoyada en Sor María Ana escuchó que ésta le decía: “Animo querida Hermanas, unos pocos minutos nos separan de la gloria, nos está destinada una hermosa corona, no la perdamos, en minutos será nuestra.”Un incidente dramático detuvo la caravana durante unos minutos: A Sor Odila se le cayó el rosario que llevaba escondido, al querer recogerlo puso su mano sobre la piedra donde cayó y uno de los verdugos le dio un duro golpe de fusil que destruyó su mano .Una piadosa mujer que seguía el convoy lo recogió y lo devolvió más tarde a las Hermanas.
Esta ejecución era la séptima y por tanto en la fosa preparada para recibirlas, había ya numerosos cadáveres tapados únicamente por un poco de tierra. La vista de esa fosa que las esperaba no las hizo retroceder; por el contrario Sor María Ana entonó con voz fuerte las letanías de la Santísima Virgen y la multitud de condenados repetía, ruega por nosotros. Esta escena fue tan conmovedora que uno de los revolucionarios no pudo presenciarla y se retiró del lugar diciendo:”Duele ver morir a mujeres tan valientes como éstas.”Cuando las descubrieron en un impulso de conmovedora emoción, la multitud empezó a gritar: Las Hermanas, son las Hermanas del hospital, no es posible, ellas no deben morir, pedimos gracia para ellas. Entonces el Comandante Ménard, impresionado por los gritos quiso salvarlas, avanzó hacia ellas y les dijo:“Ciudadanas, estáis a tiempo de escapar de la muerte ,habéis prestado excelentes servicios a la humanidad, volved a vuestra casa y continuad vuestra tarea, no prestéis el juramento que os repugna, yo me comprometo a decir que lo habéis hecho y así estaréis a salvo. Con una gran entereza Sor María Ana contestó: “No solamente no queremos hacer el juramento sino que ni siquiera queremos que se crea que lo hemos hecho.”
El Comandante desconcertado con esta respuesta y temiendo comprometerse, prefirió, como Pilatos pronunciarse y dio la orden de tirar. Sor Odila fue la primera, Sor María Ana entre tanto oraba y pedía a Dios perdón por sus verdugos. Han transcurrido más de dos siglos desde que fueron martirizadas y el mensaje que nos dan es de una extraordinaria actualidad. San Vicente siempre afirmó que nuestra entrega como Hijas de la Caridad debía llevar hasta el sacrificio de la propia vida ; cuando en 1658 envió a cuatro Hermanas a Calais para remplazar a las que allí acababan de morir les dijo: “Vais al martirio , si a Dios le place disponer de vosotras.”
En el Evangelio de San Mateo leemos: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma” (Mt 10,28) Estas palabras las firmaron con su sangre nuestras dos Hermanas mártires, porque sus corazones estaban impregnados del Evangelio, se sentían orgullosas de morir por Cristo y por eso rechazaron la propuesta de cubrirse el rostro diciendo: “Morir por Cristo no es una vergüenza, es un honor”. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Ellas realizaron el mayor acto de amor siguiendo las huellas de Cristo.
LA BEATIFICACION. Tuvo lugar el 19 de febrero de 1984 en la Basílica de San Pedro en Roma, con la asistencia de l.500 peregrinos de Angers, portando todos un pañuelo rojo con la inscripción:”Mártires de Angers.” Francia adoptó ese pañuelo como símbolo del martirio, porque se cuenta que un joven de esa región gravemente herido dándose cuenta que se acercaba su muerte, empapó su pañuelo en su propia sangre y pidió que se lo llevaran a su prometida como signo de fidelidad.
El 26 de febrero fue la celebración en Angers, con una marcha hacia el campo de los Mártires y luego a la Catedral, rezando y cantando como lo habían hecho los mártires. La marcha se detuvo unos momentos en el Monasterio de las Benedictinas donde estuvieron prisioneras las Hermanas .En la Catedral la Eucaristía fue concelebrada por 14 Obispos y el Cardenal Guyon. En la homilía se hizo hincapié en que los mártires fueron: Testigos de una fe absoluta en Dios. Testigos de una fe inquebrantable a la Iglesia .Testigos de una fe libre e incondicional hasta la muerte.
La espiritualidad y el ejemplo de estas 2 Hijas de la Caridad nos hablan hoy elocuentemente., Dios pone su vida y sus virtudes ante nuestros ojos para que nos despertemos y reavivemos en nosotras el amor y la fidelidad a Dios y a su Evangelio, y para que con nuestra vida, sepamos como ellas, anunciar los valores del Reino. El Papa Juan Pablo II dijo:”Cuando la Iglesia nos propone un modelo de vida lo hace teniendo en cuenta las necesidades del momento presente.”
Demos gracias a Dios por estas Mártires de la Compañía y pidamos la gracia de vivir con radicalidad y coherencia nuestra vocación como la vivieron ellas; como ellas sepamos renunciar a todo aquello que impide que se establezca en nosotras la supremacía del amor a Dios y a los pobres. Tengamos el valor de revisarnos franca y humildemente, aunque nos cueste, para vivir el radicalismo de los Fundadores y, como nos lo dice el Padre General encomendémonos a ellas y pidamos para que un día las tengamos y a Canonizadas.
Sor Lilia García
Hija de la Caridad