Mañana 27 de Septiembre TODA LA FAMILIA VICENTINA está de fiesta con San Vicente de Paúl nuestro santo Fundador. Por tal motivo presentamos el valioso y meritorio trabajo que realizó San Vicente con los emigrantes de su época, y que hoy es de una apremiante actualidad gracias a nuestra querida HISTORIADORASor Lilia García.
En la Encíclica sobre la Misericordia el Papa toma en consideración la situación dramática por la que atraviesa la humanidad y hace mención de: emigrantes, desplazados, de los que están obligados a salir, de los prisioneros, de los prófugos, los marginados, de las familias divididas etc. Y dice:” Hay que saber denunciar esa mentalidad discriminatoria y humillante que considera al ser humano, no como a una persona, sino como a un objeto de compraventa, al servicio de intereses egoístas; las primeras víctimas de este flagelo son los niños y las mujeres.”
Hay en realidad pecados que atentan contra la humanidad; el Concilio Vaticano II en la Gaudium Spes enumera algunos de ellos: la guerra, la carrera armamentista, la ambición de poder y de dinero, el egoísmo, la falta de solidaridad etc. En el siglo XVII se dieron en Francia casos de barbarie que hacían estremecer a San Vicente, las tropas invadían los campos, se apoderaban de todo, profanaban las Iglesias y violaban a las mujeres; el pueblo campesino tenía que huir para salvar su vida, se ocultaban en los montes donde muchos morían de hambre. San Vicente veía esta situación y afirmaba: “Los pobres son el fruto de la explotación, de la injusticia, del despojo, de la ambición humana, en una sociedad egoísta e insolidaria, con un sistema político centrado en el abuso de poder.”
El fenómeno de migración no es de ahora, es un fenómeno que ha afectado siempre a la humanidad; basta que miremos la Biblia para convencernos de ello; el pueblo de Israel emigró durante muchos años y Jesús, María y José emigraron hacia Egipto huyendo de la crueldad de Herodes. Pero ese fenómeno se ha venido agudizando en los últimos años y lo tenemos entre nosotros, en nuestro país y en otros del Continente Latinoamericano.
Cuando San Vicente descubrió esta nueva forma de pobreza lo primero que hizo fue acudir a Dios como fuente de todo bien, para obtener su ayuda. La oración y la penitencia fueron lo primero que empleó, convencido de que necesitaba la ayuda de Dios. En 1636 en San Lázaro se suprimió el aperitivo en las comidas y en 1639 pidió a sus cohermanos un nuevo sacrificio: “Ha llegado la hora de hacer penitencia – les dijo – si Dios aflige al pueblo, ¿no nos corresponde a nosotros acudir a Él para reparar tanto pecado? No tendremos que recortar nuestros gastos y algo de nuestra comida diaria para poderles ayudar? Abelly en su biografía dice que en San Lázaro durante 3 años no tuvieron más que pan negro.
Esos medios sobrenaturales eran necesarios, pero no eran suficientes, había que pasar a la acción y San Vicente, con su audacia y creatividad acudió a los que podían ayudarle. Con el dinero recibido de un benefactor envió al Padre Coudray a Toul para que acogiera en la casa a cuantos pobres podía recibir y que buscara alojamiento para los demás; allí les daban de comer, los atendían y procuraban organizarles algún trabajo.
Luego acudió a las Damas de la Caridad de París, motivándolas para que colaboraran con sus rentas; con esa ayuda pudo enviar sus misioneros a otras provincias, llegando hasta siete lugares diferentes; en muchas aldeas se distribuyeron ropa, alimentos medicinas etc. Inclusive fueron muchas las Iglesias de pequeñas poblaciones que ayudó a reconstruir y les dio elementos para el culto. Con esa labor logró librar de la muerte a muchas familias desplazadas por la guerra.
San Vicente y Santa Luisa siempre tan sensible ante el dolor de los pobres, no podían permanecer indiferentes ante el drama de los emigrantes. En el mismo París la situación era grave porque de las poblaciones vecinas las gentes se venían a la capital huyendo de la guerra y buscando protección y ayuda. Para hacer frente a este problema , San Vicente organizó dos actividades : la primera fue una Asociación dirigida por el Señor de Renty, para prestar ayuda a gente noble a quien le habían confiscado todos sus bienes y que por consiguiente eran pobres vergonzantes que no se atrevían a manifestar sus necesidades. La segunda fue la atención a los pobres en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad, allí se organizó la sopa popular ,ya en el año 1652 se habían atendido a 1.500 pobres y no solo con comida sino con otros elementos necesarios.
Pero San Vicente no se contentó con la creación de estas dos obras. El 13 de junio de 1652 propuso una Asamblea a las Damas de la Caridad presidida por el Arzobispo de Reims, para que se predicaran misiones a los refugiados y para atender también sus necesidades espirituales y materiales. La idea fue aprobada y el 21 de junio se iniciaron, una en San Lázaro, en la que tomó parte el mismo San Vicente y la otra en la Parroquia de San Nicolás de Chardonnet.
Algunos refugiados atrajeron la atención de San Vicente, entre ellos tres: Los eclesiásticos, las religiosas y las jóvenes. A los Eclesiásticos que habían sido expulsados de sus parroquias, les dio hospitalidad en San Lázaro; para las Religiosas que habían sido despojadas de sus Monasterios y de todos sus bienes, alquiló una casa, para que pudieran reunirse y reorganizar su vida de oración y de trabajo. También le preocupaban las jóvenes campesinas, expuestas a toda clase de peligros y a los excesos de la soldadesca; entonces reunió un centenar en el barrio San Dionisio para protegerlas y las confió a Santa Luisa, que puso todo su interés en ayudarlas a conseguir un buen trabajo para ganarse la vida honradamente.
Otra iniciativa audaz fue el socorro para los esclavos de Marsella y Argel y también para los galeotes. La prueba más grande para esta clase de pobres era la separación total de sus familias y la privación de noticias; por medio de los Sacerdotes de la Misión y de algunos seglares que le colaboraron, enviaba periódicamente dinero, cartas y noticias a esos pobres esclavos, inclusive logró la liberación de muchos de ellos, pagando por su rescate; fue un verdadero milagro el de una caridad audaz y bien organizada.
Esa corriente migratoria producto de la guerra, atrajo a París a miles de desplazados, se amontonaban al frente de San Lázaro, porque sabían que allí encontraban un corazón bueno que los acogía, la consideraban como su verdadero asilo. San Vicente los recibía con verdadero corazón de padre y de apóstol, les daba alimento y vestido y les buscaba algún trabajo .Cuando la calma volvía a sus regiones, les ayudaba a regresar y a organizarse de nuevo en sus parcelas, no quería que se quedaran en París mendigando ayudas. Era un trabajo de asistencia, pero transitorio, orientado a la liberación y promoción de los pobres.
Entre esos emigrantes y desplazados los enfermos eran muy numerosos, a causa de las privaciones, del hambre y de la peste; con sus Misioneros, con la efectiva colaboración de Santa Luisa y con las Hijas de la Caridad organizó hospitales provisionales y las Hermanas se dedicaron a cuidarlos; el trabajo de las Hermanas era a veces desbordante y hubo muchas que sucumbieron agotadas totalmente. En la historia de la Compañía se cuenta que en una ocasión, durante la guerra de Crimea las autoridades pidieron que se enviaran otras Hermanas porque las que estaban allí habían muerto por el exceso de trabajo, ellos pedían al menos 15 Hermanas. La petición llegó cuando se terminaba un retiro en la casa Madre., la Superiora General lo comunicó a las Hermanas. NO solo 15, sino un número considerable de Hermanas se agolparon ante el despacho de la Superiora General para pedirle que se les concediera esa gracia. Durante esa guerra murieron 33 Hijas de la Caridad.
Tampoco vacilaron los Fundadores en enviar a las Hermanas a los campos de batalla para socorrer a los heridos de guerra, que eran no solamente los pobres afectados por los combates, sino también soldados que, por enfermedad o por alguna herida en el combate eran llevados a las ambulancias; para San Vicente esos soldados habían tomado las armas, muchos por obligación, ahora ellos eran las víctimas de esa violencia. Cuando enviaba a las Hermanas les daba sabias consignas sobre la prudencia con que debían actuar y la forma como debían realizar su trabajo y les decía:”Los soldados van a la guerra para matar, vosotras vais para salvar muchas vidas. “Era la primera vez que se veía una mujer en los campos de batalla.
El 11 de junio del año 1657 San Vicente hizo como una especie de resumen de las obras que se habían emprendido con ayuda de las Damas de la Caridad y de otros benefactores. Habló así: “ Desde el 15 de julio de 1650 hasta el día en que hemos tenido esta última reunión, se han enviado y distribuido a los pobres 340.000 libras fuera de ropa y otros elementos necesarios ; y desde esa reunión hasta hoy 1657, otras 19.500 libras. Todo este dinero se ha invertido en dar comida a los pobres, en mantener 800 niños huérfanos de guerra en diferentes aldeas, en la asistencia y cuidado de los enfermos, en ayudar a las Parroquias destruidas y con sus Párrocos exilados y, naturalmente todo esto sin contar sábanas, cobertores, camisas, medicamentos etc., lo que elevaría todo a sumas considerables, muy superiores a las anteriores.
Toda esta red de servicios implicaba mucho dinero y una gran capacidad para la distribución a fin de que fuera equitativa y de acuerdo con cada necesidad. San Vicente lo pudo hacer gracias a numerosas ayudas especialmente de las Damas de la Caridad; porque aunque confiaba plenamente en la ayuda de la Divina Providencia, no se olvidaba de que había que poner los medios y trabajar con el esfuerzo de los brazos y el sudor de la frente. Si San Vicente no sirvió a los ricos, sí tuvo con ellos y con toda clase de persona pudientes e influyentes en la política y la sociedad, relaciones cordiales, siempre con miras a ayudarles a mirar a los pobres y a hacer algo en bien de ellos.
Todas sin duda hemos visto la película de San Vicente y en ella el pasaje en el que el Canciller Siguier le tira a San Vicente como un flecha diciéndole: “La Caridad, es Usted el que la ha inventado, antes de Usted había pobres pero no nos impedían dormir, ahora los pobres pululan por todas partes y nos inquietan.”
Bien sabemos todas que fue a partir de la experiencia de Folleville y Chatillón en el año 1617, cuando San Vicente adquirió la convicción de la eminente dignidad del pobre. Los pobres son mucho más importantes que las leyes y las estructuras, ya sean políticas, culturales o religiosas; no son los pobres los que deben adaptarse a las leyes y a las Instituciones, sino por el contrario, son las leyes y las Instituciones las que deben estar al servicio de las personas. La convicción profunda de San Vicente, es que los pobres son los primeros y que por tanto todo debe pensarse y organizarse en función de ellos.
Una de las cosas en las cuales trabajó admirablemente San Vicente, fue en favor de la paz que es uno de los dones que trajo Jesús al venir a este mundo. Cuántas diligencias, inclusive atrevidas hizo San Vicente para obtener la Paz. No vaciló en presentarse ante el Cardenal Richelieu para pedirle la paz. Luego más tarde ante Mazarino a quien consideraba responsable del sufrimiento del pueblo, en esa ocasión tuvo el valor y la osadía de decir al Cardenal:” Monseñor tírese al río y volverá la paz a Francia.” Con eso quería decirle que se retirara del poder. Al constatar que sus diligencias no habían tenido éxito, escribió a uno de sus cohermanos y le dice “He venido aquí a hacer alguna diligencia en favor de la paz, pero mis pecados han sido la causa de que no tuviera éxito”. Por último escribió al Papa rogándole que interviniera ante el gobierno de Francia para devolverle la paz al país. En esa carta le hace al Papa una descripción detallada de los horrores de la guerra y del sufrimiento de los pobres.
En la Asamblea General de 1997, el Papa Juan Pablo II dijo a las Hermanas: “Apremio con el mayor interés a los miembros de la Asamblea a que contemplen y analicen con lucidez las mutaciones de este mundo en el que la Compañía está llamada a trabajar, así como las nuevas formas de pobreza. Estén atentas a las personas que se hallan en situaciones de mayor angustia, a los hombres que se ven maltratados y a aquellos a quienes se les considera como los últimos en la sociedad, al gran número de persona inmigrantes, refugiados, solicitando asilo y un lugar seguro para vivir”.
Y nuestras Constituciones dicen: A las Hermanas primero se las ve dedicadas a cuidar a los enfermos en sus casas, luego ,a medida que van surgiendo necesidades, en los hospitales, se hacen cargo de los niños expósitos, de las niñas en las escuelas, de los galeotes, de los soldados heridos, de los refugiados, dementes y otros.”En una carta de San Vicente del año 1652, dice al Superior de Varsovia: “ Las pobres Hijas de la Caridad participan más que nosotros en la asistencia a los pobres, en el barrio San Dionisio, dan comida a 800 refugiados, y lo hacen también en otros lugares.”
Tanto las Hijas de la Caridad como los Sacerdotes de la Misión han conservado como herencia esa misión ante los refugiados porque está en perfecta armonía con el Carisma… A lo largo de su historia ha habido servicios ejemplares en lugares en donde la guerra ha hecho estragos, basta mirar los Ecos de la Compañía vara admirar ese trabajo .En la Casa Madre se creó desde el año 1946 la Oficina Nacional Católica para tender a los emigrantes que llegaban a París, desde los países de la Iglesia del silencio y en Italia por iniciativa del Nuncio Apostólico se abrió otra para emigrantes italianos, lo mismo en Australia que es un país poco poblado. En Chin durante revolución salieron del país cerca de 8 millones. En el Vietnam 8000.000, en Arabia 780.000, esa lista se podía continuar.
Hoy tenemos qué abrir los ojos a estas nuevas pobrezas que son tan agudas y apremiantes hoy, como lo fueron en tiempo de San Vicente. El Papa Francisco nos está invitando a hacerlo, a abrir los ojos, a salir a las periferias, a no tener miedo; lo mismo la Compañía que nos impulsa a un servicio con audacia y creatividad, a cambiar nuestros esquemas mentales para salir de nuestro inmovilismo de ese “hacer siempre lo mismo” sin pensar en hacer algo más.
Los que estamos viendo en el país y en otros lugares, es verdaderamente conmovedor porque son siempre los más pobres los que sufren las consecuencias. Cuántos, huyendo de la guerra y de situaciones de conflicto, cuántos que han visto sus casas incendiadas y destruidas, cuántas familias desplazadas, cuántos muertos, cuántos huyendo por la persecución religiosa y cultural, cuántas catástrofes naturales etc. Todos andan buscando libertad y un lugar seguro para vivir. Todos dejan su familia, su trabajo y sus amigos y van a un lugar desconocido, donde encuentran muchas barreras, sufren temores, incertidumbre, malos tratos, ansiedad por su futuro, y expuestos a refugiarse en la droga, la prostitución o la trata de personas…Desgraciadamente las leyes de muchos países están siendo cada vez más estrictas y menos acogedoras y para completar el drama, los medios de comunicación hablan de ellos como de personas peligrosas.
Cuáles serían las líneas de acción? Creo que hay muchas, entre ellas:
Mantenernos informadas, pero que esa información no nos deje pasivas, por el contrario nos invite a orar y dar el aporte de nuestros sacrificios.
Fomentar el respeto por la diversidad de razas, culturas, color, religión, sexo etc.
Visitar a los enfermos, a los que están solos, a los encarcelados, a los centros de acogida.
.Aprovechar los recursos de la Iglesia del gobierno, de entidades particulares, para hablar por ellos y obtener ayudas.
Ayudarles en algunos procesos legales ante el gobierno, diligencias que ellos a veces no saben hacer o no son escuchados, para que puedan conseguir sus papeles, sus pasaportes, sus derechos la salud, a la educación etc. Ser la voz de los que no tienen voz. La Caridad es inventiva hasta el infinito.
Preguntémonos:
Al escuchar en la radio o leer en la prensa, todas estas noticias, qué sensación nos deja? ¿Aquí nos invita? Nos quedamos tranquilas porque estamos al abrigo de todo esto? O por el contrario nos sentimos urgidas a dar nuestro aporte, al menos de la oración? Que desafío vemos en todo este drama, para cada una de nosotras y para la Provincia?
Mañana es la celebración de la fiesta de San Vicente; tenemos que avivar nuestro corazón y nuestra mirada para llenarnos de compasión y sentir en carne propia el sufrimiento de nuestros hermanos. Es con los ojos puesto en Cristo y en el hermano que sufre, como tendremos el valor de dar los pasos que se nos piden hoy. Es ahora y no mañana cuando lo tenemos qué hacer, solo el hoy nos pertenece. En uno de los Salmos recitamos: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor”. Que así sea para nosotras y para la provincia.