El Carisma Vicentino grande y hermoso legado recibido de San Vicente de Paul, invita y urge a continuar reconociendo a Nuestro Señor en los hermanos más necesitados de afecto, misericordia, amor, solidaridad, promoción humana y espiritual en este tiempo donde se respira frialdad y poco humanismo. El fue en su época pionero en saber descubrir la realidad de los pobres y actuar movido por el amor en favor de ellos, ofreciéndoles un servicio generoso acompañado de ternura, respeto y devoción.
Fue a través de la apertura a la gracia y el fruto de la oración y contemplación que pudo descubrir el rostro sufriente en las personas más vulnerables de la sociedad y actuó en favor de ellos, haciéndose ayudar de los laicos.
Es hermoso constatar como hoy después de 400 años de haber sido fundadas las Damas de la Caridad y 383 la Compañía de las Hijas de la Caridad, aun persista el carisma con tanta fuerza y solidez, y es asombroso como se ha extendido a lo largo y ancho del planeta. Se está por lo tanto evidenciando el propósito del carisma, el servicio a los hermanos más necesitados, mediante la promoción a través de un trabajo generoso, desinteresado y hecho con amor, pues se es consciente que se le brinda al mismo Señor Jesucristo, logrando con ello fortalecer la esperanza y la fe.
Es importante detenernos un poco y reflexionar acerca de lo siguiente ¿Sería posible la extensión de un carisma que nació en Francia y ahora está vivo en todo el mundo, solo con el servicio y entrega de las Hijas de la Caridad?; la respuesta más lógica es pensar que no, es por eso que es de vital importancia hacer referencia a que las hermanas no lo guardan para ellas, sino que a medida que corre el tiempo lo van comunicando y contagiando a laicos que viven sus compromisos de bautizados. Es así como se ha dado la extensión del Carisma, mediante el frondoso y fértil árbol lleno de ramas que cobija a miles de personas y son vistos y atendidos con amor y bondad como Hijos de Dios, es la familia vicentina conformada por miles de miembros que expandidos por todo el mundo se atreven a amar y trabajar incansablemente por la promoción humana y cristiana de tantos hermanos y hermanas que aislados de la sociedad deambulan por las calles buscando un remedio y consuelo para sus necesidades.
Llena de emoción poder descubrir la apropiación del carisma y la proyección que se hace de él, en los diferentes campos de apostolado.
Los miembros de la Familia Vicentina, ponen sus ojos en el Señor quien pasó por el mundo haciendo el bien y dando a conocer el amor de Dios a través del servicio al más necesitado, en compañía de sus apóstoles, hombres humildes y sencillos que se embarcaron con él, marcando huellas, y que en el siglo VXII seguiría San Vicente de Paul y con el cada una de las personas miembros de grupos o benefactores que incansablemente trabajan por los pobres y siguen dejando el testimonio del bien a través de la historia.
Es un deber reconocer, valorar y agradecer la presencia de cada miembro que hace parte de los diferentes grupos y fortalecerlos con el testimonio y coherencia de vida.
“Un trabajo valorado y en equipo dignifica a la persona, garantizando frutos de amor, solidaridad y paz a las nuevas generaciones.”
Por: Sor Hilda Nora Bedoya, Hija de la Caridad